miércoles, 10 de diciembre de 2008

SOY TU FAN


El fanático del fútbol ya no es incondicional


Son los que encienden la chispa, los que llenan de color los estadios con sus banderas, globos y bengalas. Se encargan de poner el ambiente en el punto justo y se los considera los verdaderos responsables de hacer temblar cualquier cancha cuando el club de sus amores sale por la manga.
En Argentina los fanáticos del fútbol rompen las reglas y se diferencian del resto. Este hincha deposita en sus ídolos un voto de confianza que no tiene porque ser de por vida. Su incondicionalidad puede terminarse cuando los resultados no son los esperados y el rendimiento del plantel no colma las expectativas. El gran amor que sentían por sus ídolos puede transformarse en un odio reprimido y un repudio constante.
¿Por qué sucede esto? ¿Qué es lo que se quiebra entre el hincha y el equipo? ¿Por qué el fanático ya no es incondicional? La filósofa Ana María Descalzo sostiene que “El fútbol es el tacho de residuos donde el fanático deposita todas sus frustraciones acumuladas, por eso no soporta cuando su ídolo también fracasa”.
El fanático parece perdonarlo todo mientras su equipo gane y sume los tres puntos que le permitan seguir en lo más alto de la tabla. Pero una mala jugada, una patada que genere una tarjeta amarilla o un gol en contra se transforman en los promotores de insultos, silbidos y canciones cargadas de reproches.
“Cuando se merecen los aplausos y reconocimientos el hincha se los da, pero cuando ves a tu equipo que regala el partido, los silbidos y abucheos que reciben también los tienen se los tienen merecidos”, expresa Alfredo un fanático de Racing y agrega “es una manera de demostrarles que la hinchada no se quedó conforme con su forma de jugar y que para el próximo partido las cosas deben cambiar”.
El fanático se transforma en el juez de una corte donde jugadores y técnicos deben escuchar el veredicto. El fallo de esta corte muchas veces no es el más alentador. En estos años el hincha le bajó el pulgar a varios planteles generando la renuncia directa de los entrenadores.
La selección el ejemplo constante. Marcelo Bielsa y Alfio Basile sus pioneros. El ciclo de Bielsa comenzó en 1998 cuando remplazó a Daniel Pasarella. En 2002 el equipo del loco- como lo apodan- no obtuvo el resultado esperado en el Mundial de Fútbol de ese año. Desde ese momento los fanáticos del seleccionado nacional comenzaron a criticar al entrenador y el rendimiento del plantel. Esta situación, tensa, entre Bielsa y la hinchada se sostuvo durante de dos años y terminó con la renuncia del primero.
La era Basile duró menos. Los resultados no eran alentadores, los partidos aburrían a los hinchas y la selección no le daba a sus fanáticos el característico fútbol argentino reconocido en el mundo.
La derrota frente al seleccionado chileno por las eliminatorias del mundial 2010, fue la gota que renvalsó el vaso. Superado por la situación Alfio Basile decidió terminar su segundo ciclo como entrenador de la Selección Argentina de fútbol. Asumiendo en lugar Diego Armando Maradona.
“Lo que refleja el fútbol es el crecimiento de la intolerancia a las frustraciones”, analizó la Psicóloga Alicia Bonelli y agregó “Esto demuestra que como sociedad no hemos madurado”.
El hincha se termina cegando, se le torna imposible entender que el club del cual es seguidor no logró obtener lo que tanto esperaba. Es en este momento donde el vínculo entre el fanático y el jugador se disuelve. Cuando el primero no ve reflejado en el segundo el éxito y el progreso, en ese instante todo termina, y comienza otra etapa marcada por la indiferencia y el rechazo.
“El fútbol es pasión y no razón el hincha no piensa el resultado lo sufre y lo padece; el fanático es un fundamentalista, alguien que no puede ver el partido con objetividad” sostiene Descalzo.
La relación fanático-ídolo es un constante tire y afloje, un interminable pase de facturas donde los reclamos estarán siempre a la orden del día. Los sentimientos encontrados y ambiguos se convierten en esenciales condimentos de este vínculo y se hace imposible imaginar un hincha que no repudie a su admirado equipo por no transpirar la camiseta, no ganar un clásico y no salir campeón por varios torneos.
“Este deporte mueve multitudes, genera pasión y euforia por eso es tan difícil encontrarle la cuota de racionalidad al fútbol” comenta Bonelli.
Los años podrán cambiar los modelos de camisetas, modificar los estadios, hacerlos más grandes y modernos, pero el fanático siempre le soltará la mano a su club cuando ya no sienta la misma satisfacción al verlos, cuando sientan que no juegan con el corazón y el alma sino con la cabeza y el bolsillo. En ese momento ellos toman aire y deciden gritar: “Yo ya no soy tu fan”.

1 comentario:

  1. "se hace imposible imaginar un hincha que no repudie a su admirado equipo por no transpirar la camiseta, no ganar un clásico y no salir campeón por varios torneos." No es imposible, en La Plata está lleno, les dicen triperos! je je. Muy bueno el Blog.

    [E>

    ResponderEliminar