miércoles, 10 de diciembre de 2008

Abuelas de corazón, amigas del alma



Su amistad comenzó a través de una misión: encontrar a sus hijos, yernos y nietos desaparecidos durante la última dictadura militar de 1976. Con el tiempo la relación de estas dos buenas amigas se forjó con el camino recorrido juntas, la lucha constante y la fortaleza de seguir adelante.
La relación de Raquel Marispurrena (77) y Aidé Lemos (89) es una de esas historias de vida dignas de ser escuchadas. Un amistad que comenzó en un momento de desesperación e incertidumbre y que hoy ,32 años después, sigue en pie y más fuerte que nunca.
Marispurrena y Lemos se conocieron en 1976 cuando se incorporaron a Madres de Plaza de Mayo y desde ese momento se hicieron amigas y compañeras. Juntas recorrieron un camino lleno de trabas y obstáculos que debieron sortear.
Ambas compartían el dolor y la angustia que genera tener un familiar desaparecido y quizá fue ese dolor el que las unió.
La lucha de Aidé comenzó con la búsqueda de su hija, Mónica María Lemos, embarazada de ocho meses, su yerno, Gustavo Antonio Lavalle y su nieta María José Lavalle Lemos, nacida durante el cautiverio. Todos desaparecidos el 21 de julio de 1977. Al igual que su amiga, Raquel, se incorporó a Madres de Plaza De Mayo para obtener datos y localizar a su hija, su yerno y un nieto/a desaparecidos el 11 de octubre de 1976. En 1977 deciden ingresar en Abuelas de Plaza de Mayo y continuar con su misión.
“Trabajamos todo el tiempo juntas, recorríamos juzgados, cárceles y cualquier otro lugar que nos diera pistas para poder encontrar a nuestros seres queridos. Muchas veces nos trataron de locas, nos cerraron puertas en la cara y nos dieron la espalda pero con Raquel seguimos adelante”, recuerda Aidé de aquellos primeros años cuando comenzaron esa búsqueda que ellas deciden llamar “la búsqueda eterna”.
Las dos amigas sabían que el camino que habían emprendido era largo, complicado y peligroso. La gente que debía acompañarlas, contenerlas y ayudarlas decidieron darles la espalda.”Mi hijo y mi nuera (embarazada de 5 meses) desaparecieron el 11 de octubre y al otro día mi familia me soltó la mano. Fue Aidé la que caminó a la par mía, la que me ayudó cuando ya no tenía fuerzas y me hizo ver que esta era mi misión en la vida” comenta emocionada Raquel.
La relación de estas dos abuelas del corazón está marcada por una interminable cantidad de anécdotas y recuerdos que nunca se cansarán de contar.
“Una de las tantas veces que fuimos al juzgado de San Isidro con Raquel nos encontramos con una mujer que con solo mirarla nos dimos cuenta que ella sentía el dolor que provoca la desaparición inesperada de un ser querido. La señora se abrió y nos contó su historia. Desde ese día se sumó a la lucha, hoy es una abuela más”, relata Lemos contando uno de los tantos recuerdos que la une con su amiga.
El 28 de octubre de 1987 fue un día muy especial para las Abuelas de Plaza de Mayo, en particular para Aidé. María José Lemos, su nieta, fue restituida a su verdadera familia después de 10 años de búsqueda. A pesar de haber encontrado a su nieta, Lemos siguió en la asociación apoyando a Marispurrena y a las demás abuelas que no corrieron con la misma suerte que ella. “Cuando Aidé encontró a su nieta nos sentimos realizadas”, expresa Raquel.
Hace 32 años la lucha y el amor las unió, el tiempo se encargó de convertirlas en amigas del alma y demostrarles que el camino de la vida siempre es más fácil si se lo recorre con alguien a la par. Raquel y Aidé caminaron juntas y lograron que el dolor y la incertidumbre no terminaran con ellas.





El fruto de la búsqueda
Fueron diez años llenos de encontronazos, de pistas frustradas y de datos truncados. Diez años de intrigas y desesperación pero también de esperanza y dedicación. Aidé Lemos nunca bajó los brazos y la búsqueda intensa le devolvió una parte de lo que la dictadura de 1976 le arrancó sin compasión: su nieta.
María José Lemos nació durante el cautiverio de sus padres Mónica María Lemos y Gustavo Antonio Lavalle, secuestrados por los militares el 21 de julio de 1977. Al tiempo de haber nacido la pequeña María fue inscripta como hija propia de una sargenta de la policía bonaerense, Teresa Gonzáles y su marido Nelson Rubén.
“Mi infancia estuvo marcada por silencios. Nunca me quisieron mostrar una foto de cuando era bebé y muchos menos contar como había sido el momento de mi nacimiento. Ante cualquier pregunta el silencio era la respuesta”, expresa María José.
A partir de 1985 comenzaron a llegar a Abuelas de Plaza de Mayo denuncias acerca de esta familia y su vinculación con la niña. En 1986 se inició una causa penal donde el juez ordenó una pericia genética que dio como resultado que María José Lemos era hija de Mónica y Gustavo.
El 30 de octubre de 1987, con tan solo diez años la pequeña volvió con Aidé Lemos, su abuela.” Fue un momento inolvidable, cuando me encontré con mi abuela. Gracias a ella y a su búsqueda hoy puedo saber quien soy y quienes eran mis verdaderos padres”, sostiene María con lágrimas en los ojos como cada vez que cuenta su historia.

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