domingo, 26 de abril de 2009

Doce hombres, una decisión


El film del ruso Nikita Mikhalkov desarrolla la historia de un joven chechenio acusado de haber matado a su padrastro en el marco de una Rusia abrumada por los conflictos, los odios étnicos, las desigualdades sociales y la corrupción.


Cincuenta años de diferencia hay entre una versión y la otra. Mucha agua ha pasado por debajo del puente, algunas cosas lograron mantenerse intactas y otras sufrieron modificaciones producto del paso del tiempo. Entre “Doce hombres sin piedad” dirigida en 1957 por Sidney Lumet y “12” de Nikita Mikhalkov hay diferencias pero ambas reflejan la situación política y social de un país siempre golpeado por los conflictos.
La trama es la misma. Doce hombres, de distintos puntos de Rusia, bajo la condición de jurados se unen para deliberar la inocencia o culpabilidad de un chico chechenio acusado de haber matado a su padrastro ruso, ex oficial del ejército.
Pero cuando se cuenta una historia siempre hay dos opciones: la historia larga o la corta. Nikita Mikhalkov prefirió desarrollar la primera. Se jugó por las pequeñas historias personales de aquellos hombres que formaban parte del jurado, los hizo dudar, pensar, pelear, reflexionar, debatir y mirar hacia su interior, para después tomar la decisión de dejar en libertar al joven o mantenerlo en prisión, razón por la que estaban unidos.
Dos horas y medias de duración para una película es todo un desafío; puede aburrir y tornarse densa o involucrar al espectador, atraparlo con la historia e invitarlos a transitar los diferentes puntos de tensión del film.
La película, es extensa pero interesante y en esto el papel del director es fundamental. Utilizar flashbacks como recurso es una manera de tender un puente entre la infancia del joven chechenio y su actual realidad, entre el momento del crimen y sus días en la càrcel.
Con grandes actuaciones individuales y un nivel de profesionalidad colectiva, la música justa en el momento indicado para marcar y resaltar los momentos de tensión del relato y con una buena selección de imágenes, el film de Mikhalkov, logró algo que parecía difícil: despegarse de la versión de Sidney Lumet y encontrar la propia.

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